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Bienvenidos. Decidí crear este sitio en donde estaré subiendo contenido de la poco conocida saga de “Princesas del Mar” (o tambien conocida ...

sábado, 13 de agosto de 2022

Madres e hijas - Traducción al Español

Escrito e ilustrado por Fabio Yabu y traducido al Español por SalinoDeAguaDulce.

I

Como de costumbre, la Reina Pulpo se había despertado cinco minutos antes de que sonara el despertador. Miró la hora. Todavía era temprano, pero se levantó rápidamente, se estiró y fue al baño.

Cuando se miró en el espejo, se sorprendió. Había algo diferente en su rostro, mas no podía decir qué era. ¿Era su cabello? Se puso de lado, miró hacia abajo y vio que su cuerpo también era diferente. Que extraño. ¿Habría subido de peso? Antes de que pudiera decir lo que estaba mal, alguien apareció en la puerta:

- ¿Mamá?

Era su hija, la Princesa Pulpo. Una hermosa niña con un pulpo en la cabeza, que representaba el futuro de su reino. Madre e hija compartieron un cálido abrazo:

- ¡Hola, hijita! ¡Buen día!

- Buen día mamá. Papá ya se fue.

- Sí, el tenia que estar temprano en el Reino de las Ballenas. Y como no tienes clase hoy, ¿sabes lo que eso significa?

- ¡Sí! Que hoy es nuestro día para estar juntas! - sonrió la princesa, que esperaba pacientemente ese momento.

- ¡Así es, hijita! ¿vamos a desayunar? ¡Este día sera muy agitado!

Luego fueron a la mesa, en donde un delicioso desayuno ya las estaba esperando. Había tostadas, mermelada, galletas saladas, pan, budín, pastel, jugo, té y café. Todo lo que le gustaba a la reina y a la princesa, y preparado cuidadosamente por el atento mayordomo Aldo.

Esta no era una mañana cualquiera. Las dos habían planeado pasar todo el día juntas: después del desayuno, irían al parque y luego almorzarían en una cafetería. Por la tarde irían al centro comercial, luego al cine y solo regresarían al castillo por la noche, para cenar con el Rey Pulpo cuando este regresara.

Ambas estaban muy contentas con aquel momento tan especial. Debido a los deberes de la reina y la vida escolar de la princesa, las dos prácticamente solo se veían por la noche y los fines de semana, cuando la reina no tenía que viajar muy lejos. Cualquiera que piense que es fácil pertenecer a la familia real de los pulpos está muy equivocado. Lo que menos hacia la reina era quedarse en su castillo en compañía de su hija, lo cual la ponía muy triste.

- Mamá, ¿podemos ir a la librería?

- Por supuesto, hija. Podemos ir a la librería del centro comercial. Hagamos esto, tú eliges un libro genial y yo te lo compro, ¿qué te parece?

- ¡Viva! - celebró la princesa.

Luego comenzaron a platicar, diciendo cosas que no tenían gracia para los demás, pero que para ambas les resultaban graciosas. Cosas que solo ellas entendían.

La reina estaba disfrutando de su delicioso café cuando alguien decidió interrumpir la conversación:

- ¿Su Majestad? - Llamó discretamente el mayordomo Aldo.

- ¿Sí, Aldo?

- ¡Hay una llamada urgente para usted!

Madre e hija se miraron y esperaron que fuera un problema rutinario, como un pulpo atrapado en un coral o la Reina de las Estrellas de Mar con ganas de chismear.

- A ver, pasamelo. - dijo, tomando el teléfono en una mano y una tostada en la otra.

De repente, su expresión se volvió seria. En efecto, era la Reina de las Estrellas de Mar, pero era algo mucho más serio que un chisme. ¿Sabes que era?

Era un problema.

La Reina Pulpo escuchó atentamente mientras le untaba mantequilla a su tostada. Hizo una señal con la mano y la hija abrió la boca para morder un pedacito.

- Esta bien... ¡Ya voy para allá! - Dijo la reina, colgando el teléfono.

Ella y la princesa se miraron:

- Hija... me tengo que ir. Ya no podremos pasar el día juntas, hay una emergencia en El Reino de los Tiburones

- Pero mamá… hoy es nuestro día – a la princesa no le había gustado la noticia. Tenia que ser justamente ese día, vamos, ¿quién tenía tantas cosas planeadas?

- Lo sé, hija, ¡pero tienes que entender! Además de ser tu madre, ¡soy la reina! ¡Tengo muchas responsabilidades con todo el reino! Tengo un problema que resolver, ¿entiendes?

- Tu siempre vives con problemas... - dijo la princesa, frustrada.

Las dos se miraron con tristeza. Sin decir una palabra, la hija se levantó de la mesa y volvió a su habitación.

- Hija... - se lamentó la reina, que ya se disponía a marcharse.

II

Unos minutos más tarde, la Reina Pulpo estaba con sus amigas, la Reina Estrella de Mar y la Reina Tiburón.

- ¡Ah, mi hija nunca me entiende! - se quejó la Reina Pulpo - Vine aquí para solucionar este problema, y ahora ​​ella esta molesta conmigo.

- Sí... ¡la mía tampoco! respondió la Reina de las Estrellas de Mar. La Reina Tiburón asintió con la cabeza.

- Lo que no entienden los niños... ¡es que somos adultas! ¿No es verdad? - dijo la Reina Pulpo.

- ¡Sí, somos adultas responsables y maduras! respondió la Reina de las Estrellas de Mar.

- Pero para ellos es difícil, digo, son solo niños, ¿no? - Dijo la Reina Tiburón - Todo me recuerda a nuestra infancia. No fue muy diferente, ¿no crees?

La Reina de las Estrellas de Mar se rió:

- Era genial ser una niña, ¿no? Era divertido. ¿Recuerdas nuestras aventuras?

- ¡Pero por supuesto, fueron muy emocionantes! - se rió la Reina Pulpo.

Entonces las tres comenzaron a recordar todo lo que habían pasado en la infancia. Ese tiempo mágico, lleno de descubrimientos y sorpresas. Cuando las conchas marinas eran tesoros preciados, los caballitos de mar eran el medio de transporte más rápido, y cualquier pequeño paso o distancia recorrida siempre conducía a algún lugar nuevo.

El futuro parecía muy lejano para las tres jóvenes amigas, pero llegó tan rápido que apenas tuvieron tiempo de despedirse de las bromas y las risas. Junto a ello, también llegaron nuevos descubrimientos y alegrías, pero esa sensación mágica de que todo era la primera vez nunca volvió.

- Es bueno ser reina, pero ser princesa fue aún mejor, dijo la Reina Pulpo.

- Bueno... y que hay de nuestra escuela? Fue realmente genial... - recordó la Reina Tiburón.

- Sabes... Nunca quise ser una adulta. Hubiera preferido quedarme siendo una niña. Todo era mucho más fácil. Ahora todo es diferente. Tengo un reino que cuidar, un esposo, una hija... - dijo la Reina Pulpo, con un dejo de decepción en su voz.

- ¿Pero no te agrada tu hija? preguntó la Reina Tiburón.

- Por supuesto que me agrada. Amo a mi hija, y daría cualquier cosa por estar con ella ahora en lugar de estar aquí... resolviendo... ¡problemas! Los adultos tienen muchos problemas, ¿no?

- Yo también lo creo, Pulpina.

La Reina Pulpo se sorprendió con el comentario de la Reina Estrella de Mar:

- Ester, ¿cómo me llamaste?

- Pulpina, eh! Es tu nombre, ¿no?

- Pulpina... ¿yo soy Pulpina?

- Oye ¿Estás loca, prima? ¿Te golpeaste la cabeza? - preguntó la Reina de las Estrellas de Mar - ¡Eres Pulpina, la Reina de los Pulpos!

- No... ¡No soy una reina! ¡No lo soy! ¡Esto debe ser... una equivocación! ¡Yo soy una princesa!

- ¿Qué tienes? - Preguntó la Reina Tiburón - Yo también quería ser princesa todavía, mi estimada... pero ya me llegó la edad... mira, ¡hasta tengo arrugas! - dijo, señalándose la frente.

- ¡No! Esto no es verdad, ¡esto no está pasando!

- ¡Vamos, Pulpina! ¡Tenemos un problema más que resolver! - dijo la Reina de las Estrellas de Mar, tirando de ella por el brazo!

- ¡Si! ¡Muchos problemas! - se rió la Reina Tiburón.

- ¡¡No, no!!

III

- ¡No! - Gritó Pulpina en su cama.

Estaba asustada, jadeando. Miró a su alrededor y vio su habitación rosa. Su mobiliario en forma de pulpo, la decoración llena de corazones. Y lo más importante, miró sus manos y su diminuto cuerpo, y vio que aún no era una reina, sino una princesa.

- Todo fue un sueño... Soñé que ya era reina... - Dijo en voz baja, dándose cuenta de lo que había pasado.

Su madre entró en la habitación:

- ¿Pulpina? ¿Qué pasa, hija? ¿Tuviste una pesadilla?

Miró a su madre y se avergonzó.

- No fue nada, mamá... está bien.

La reina apenas le creyó y le dio un fuerte abrazo a su hija:

- ¡Que bueno, entonces! ¿vamos a desayunar? Recuerda que hoy es nuestro día juntas.

Pulpina respiró aliviada de estar allí con su madre. Por ser una niña y aún tener tanto por hacer, aprender y vivir. Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos, no de tristeza sino de alivio. Lágrimas de aquellos que se perdieron en un sueño en el que no querían estar y luego regresaron.

- ¿Qué pasa, hija? preguntó la reina, preocupada.

- Nada, mamá... Solo quería decirte que te amo, ¿si? - respondió, con los ojos cerrados y la nariz atenta al olor del perfume de su madre.

- Yo también, hija… ¡yo también! Vamos, tenemos mucho que hacer. Después del desayuno, iremos al parquecito, y luego almorzaremos en el centro comercial...

FIN

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Texto original en Portugués